INCONSCIENTE



 Caracas, agosto 22 de 2024

(Apartamento 9F, Ciudad Tiuna)

 

Iba caminando con mi hija y nuestras miradas enfrentaron un terreno con árboles, no muchos, se podía ver la tierra y una especie de cerca, era accidentado.

Recuerdo que sentí nostalgia, como pasado. Una sensación de algo frustrado. Le dije a mi hija algo así como que ese espacio era para ella. Y en mi pensamiento, se aclaró, ese espacio era o había sido propio, eso fue lo que sentí y tuve la impresión de querer recuperarlo, como si hubiese sido abandonado.

Miré a mi hija, ella no decía nada, no recuerdo que dijera nada, aunque leí su desacuerdo con ese posible retorno que en mi mente surgió. ¿Retorno a qué momento, con quién? Amílcar estaba en mi pensamiento.

Seguimos caminando, creo que entramos a un patio, diferente, aunque en el mismo lugar, y había otras personas, no recuerdo sus rostros. Lo que si recuerdo era que había varios cachorros y los estaban sacando o dejando salir. Recuerdo que tuve la impresión de que estaban en refugio y debíamos buscarles hogar. Se acercaron a nosotras, eran peludos, como lobitos, ambas sentimos ternura. Entre ellos vi venir a Kumara, esquivo y con un aspecto como el que traía una de las veces en que volvió de uno de los raptos que vivió: estaba flaco, sucio y esquivo, como desconfiado.

Yo lo llamé, le acerqué mi mano y lo toqué, toqué su pelo y lo comencé a acariciar, sentí su pelaje seco, rústico. Él se quedó ahí, mientras lo acariciaba en el lomo, y yo sentí felicidad.

Desperté. Era de madrugada. Sentí ganas de orinar y recordé que había estado soñando con que estaba buscando un lugar para orinar y no lo encontraba. Asocié eso a mis reales ganas de hacer pipí. Me levanté para ir al baño. Entonces, recordé que acababa de soñar con Kumara y que ese era el sueño reciente, no el anterior. Tuve la sensación de que ambos sueños eran uno…pero, no he podido encontrar la conexión o el punto donde terminó uno y comenzó el otro…

Cuando regresé del baño, me volví a dormir. Y de pronto, me encontré subiendo una maleta a la parte trasera de un camión pequeño. En la maleta estaba Kumara, aunque no era el mismo Kumara. Era un Kumara blanco, todo blanco, y más joven. Creo recordar que hizo una travesura, una gracia, poniendo sus patas en la orilla de la maleta. Lo cierto es que lo dejé en la maleta y la cerré con ese Kumara blanco adentro, lo guardé para llevármelo, porque, al parecer, no lo podía hacer o me lo podían quitar o sacarlo del viaje, porque iba de viaje, iba a algún lado.

De pronto, yo estaba en una calle, tal vez era una calle, podía ver por sobre mí al camión.  Estaba mi hija a mi lado, y le dije que tenía a un Kumara blanco en la maleta, que se me había aparecido y me iba a quedar con él, me lo iba a llevar, porque era mío, porque él se me había aparecido, a mí, me había buscado… eso creo recordar… sé que allí había otras personas, no recuerdo quiénes, tengo la duda de si estaban allí Amílcar, Héctor, los dos o eran otras personas, solo sé que a ellos es a quienes asocio con ese momento.

Y desperté por el sonido de alarma del celular. Al momento, me hice consciente de que había soñado con Kumara, por primera vez desde que se fue, y dos veces, y que eran dos Kumaras diferentes y, al mismo tiempo, ambos eran el mismo, eran Kumara.

Y la sensación de este día ha sido de alegría, de calma, de una especie de paz…



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